Con respeto, todo es posible…
Colores, olores… silencio… el canto de un pájaro se oye lejano, el rumor del agua corriendo… el sol abrazador brillando… ¡sí!, es el inicio de la primavera, el renacer de la vida…. Y en la sierra de Oaxaca, se escucha un llanto, pero… ¡no!, no es un llanto cualquiera, tiene un matiz diferente… timbra con los tonos del bronce, ¡de la raza de bronce! Ha nacido Benito Juárez.
Acompañan su niñez una amalgama de sucesos familiares que lo condenan a sufrir en carne propia carencias en todos los sentidos, marcándolo con la orfandad que lo lleva al hogar de su tío Bernardino Juárez, indígena zapoteco (igual que él), que le hace ver que aprendiendo el idioma castellano podrá salir adelante.
Inician los vientos de cambio que poco a poco toman fuerza transformándose en un torbellino que a la tierna edad de 12 años lo arranca del suelo materno para ir a depositarlo a la capital “Oaxaca”.
Las vicisitudes adversas, sus eternas compañeras, concedieron a Benito una tregua al encontrar en su camino a su padrino Don Antonio Salanueva, quien lo alentó y apoyo en sus estudios con la esperanza de que se ordenara, pero nadie escapa a su destino… la grandeza se estaba gestando, en medio de la turbulencia política de la época pos independentista.
Y un alma inquieta e inquebrantable como la de nuestro prócer no podía quedarse tranquila, estudio Leyes, aun en contra de la sociedad, tratando de contrarrestar las injusticias desde su trinchera, arremetiendo cada estocada con su mejor arma: “el conocimiento”. Combinando los estudios con la acción política, fue escalando peldaños y cultivando el espíritu.
La metamorfosis fue completada en el año de 1858, cuando nuestro niño Benito se transforma de Pastorcito a Presidente… acuñando en esta etapa de su vida una icónica frase que ha sido estandarte de muchos movimientos y Bandera Moral de nuestras sociedades:
“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno, es la paz”….
AUTORA: Alekza Y. Lopez Hernandez
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